No es un secreto que la vida puedes ser dura y, a veces, deprimente. Pasamos de decepcionarnos de relaciones a perder seres queridos y nos quedamos experimentando insomnio y preocupación. Por años mi reacción era ventilarlo, es decir, me quejaba, en otras palabras despotricaba de todo. En otras palabras alejaba amigos y empeoraba mi vida mucho más. Pero, ¿sabes qué? Quejarse es la mejor forma de sabotearse…

Como nos expresa el maestro espiritual Eckhart Tolle en su libro “El Poder del Ahora, quejarnos es la mayor forma de auto sabotaje:

“Mira si puedes atraparte quejándote, tanto hablando como pensando, acerca de una situación en la que te encuentras, de lo que la gente hace o dice, de tu entorno, tu situación de vida, inclusive del clima. Quejarse es siempre la no aceptación de lo que es. Invariablemente trae consigo una carga negativa. Cuando te quejas, te vuelves una víctima. Cuando expresas estás en tu poder. Así que cambia la situación tomando acción o hablando si es necesario o posible; deja la situación o acéptala. Todo lo demás es demente.”

Y sin embargo muchos de nosotros, yo incluido, nos seguimos quejando o, al menos, nos encontramos regresando a la queja cuando creíamos que ya no lo hacíamos. ¿Qué está pasando?

¿Por qué nos quejamos?

La verdad es que la queja es bastante común. Para muchos de nosotros está embebida en nuestro ADN social, por así decirlo. De hecho, investigaciones recientes indican que la persona promedio se queja una vez por minuto durante una conversación típica. El Autor Will Bowen, quien escribió Un Mundo Libre de Queja, calcula que la persona promedio se queja 15 a 30 veces por día. Como sea, esto es mucha queja.

De acuerdo con “3 Simples Pasos: Una Guía para el Éxito en la Vida y los Negocios” del autor Trevor Blake, quejarse puede también ser una forma de crear lazos sociales rápidamente. Encontramos cosas en común con otras personas al enfocarnos en lo que está mal. Blacke escribe:

“Nada une a la gente con más fuerza que un disgusto común. La forma más fácil de construir amistades y comunicarse es por medio de algo negativo.”

Quejarse es una forma de estar de acuerdo en cosas que apestan y sentir que nos estamos desestresando. Después de todo, ¿qué tradición puede ser más antigua que desahogarse? Bueno, una cosa es un comentario negativo ocasional y otra es cuando hay un patrón de queja. Resulta que quejarse daña tu cerebro.

El profesor Randy Pausch de MIT fue diagnosticado con cáncer terminal en 2006. Pero se volvió famoso al incentivar a todos a no ser víctimas. Una de las mayores razones es que, simplemente, no funciona. Como dijo Pausch en 2007 en su famosa Última Intervención:

“Quejarse no funciona como estrategia. Todos tenemos tiempo y energía limitados. Cualquier tiempo que dedicamos a quejarnos es poco probable que nos ayude a alcanzar nuestras metas. Y no nos hará más felices.”

Cómo quejarse recablea tu cerebro hacia la negatividad

En ese momento yo era quejumbroso, no tenía ni idea acerca de las investigaciones extensivas que muestran cómo quejarse recablea tu cerebro hacia la negatividad. Solo quería expresar las emociones negativas y obtener alguna respuesta o mejora. Lo que sucedía era lo opuesto. Todas las veces. Ahora entiendo por qué.

El neurólogo canadiense Donald Hebb es famoso por su afirmación en 1940: “Las neuronas que se encienden juntas, se mantienen juntas”.

Desde ese momento la ciencia ha probado que Hebb estaba 100% en lo correcto y en muchas más formas de las que él pensaba.

Resulta que quejarse recablea nuestro cerebro hacia la negatividad a nivel neurológico. Es tan serio que pensar y hablar negativamente queda impreso de forma física y habitual en el cerebro. Comienzas a buscar y reforzar la negatividad porque es a lo que estás acostumbrado. Y, cada vez, estás dañando tu cerebro y tu estado psicológico mucho más. Lo que quiero decir es:

Quejarse daña tu cerebro. literalmente.

Como dije, se ha encontrado que Hebb estaba en lo correcto y hasta más.

Las investigaciones más avanzadas de lugares como la Universidad de Standford, muestran que quejarse abre las compuertas para las hormonas del estrés que sumergen nuestras neuronas de químicos dañinos.

Cada vez te es más difícil tomar decisiones, resolver problemas y entender situaciones de forma realista porque todo es amplificado por las emociones de estrés y ansiedad.

De hecho, la investigación de Standford muestra que quejarse también produce que el hipocampo se haga más pequeño. Nuestro hipocampo nos ayuda a resolver situaciones difíciles y a ser personas inteligentes.

Aquellos que sufren de Alzheimer y otras condiciones tienen un hipocampo reducido, así que ver la relación entre quejarse y un hipocampo reducido debería dejarnos claro a todos que el daño que produce quejarse al cerebro no es un chiste.

Como expresa el Dr. Guy Winch, quejarse puede volverse un problema en situaciones simples como cuando te sientes infeliz por algo que compraste.

Muchos de nosotros nos desahogamos con los que nos rodean o con los empleados del almacén que no están a cargo, lo que es poco productivo y sumerge a nuestro cerebro en hormonas del estrés reforzando las redes neuronales de negatividad. Como dice Winch:

“La investigación ha encontrado que el 95% de los consumidores que tienen un problema con un producto no se quejan a la empresa sino que cuentan su historia a entre 8 y 16 personas. Es poco productivo porque no nos estamos quejando con la gente que puede resolver el problema.”

Quejarse no solo refuerza redes neuronales de negatividad y nos hace ver más problemas que soluciones, también no hace más tontos. ¡De verdad!

Lo peor es que escuchar mucha queja de otras personas, inclusive si no estás de acuerdo y no las estás estimulando a hacerlo, eventualmente produce el mismo tipo de daño a tu cerebro también.

En este punto estoy por creer que quejarse no es muy bueno que digamos. Pero, vamos un poco más despacio…

Quejarse no es malo del todo pero necesitamos hacerlo adecuadamente

La cosa es que cuando reprimes emociones negativas, o las niegas, le quitas años a tu vida e incrementas tus posibilidades de problemas psicológicos y enfermedades físicas. Así que sonreír y aguantar no es la verdadera solución.

La verdad es que, a veces, quejarse puede ser válido y saludable si lo hacemos bien.

Como dice Micaela Higgs al New York Times, hay una justa medida y forma de quejarse, que es el punto clave al que deberíamos enfocarnos.

Ninguno de nosotros quiere averiguar en sí mismo los efectos negativos de la queja en su cerebro, pero ninguno de nosotros quiere dejar todo dentro tampoco.

Hay formas positivas y negativas de quejarse, esencialmente dejar de tomarse todo personal y empezar a notar nuestro propio poder y potencial en lugar de las cosas fuera de nosotros que nos ponen mal.

 

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