Consciente o inconscientemente, todos estamos conectados con una energía creativa que impregna cada fibra de nuestro ser y nuestro entorno. Esa creatividad es un regalo universal que no hace diferencias de cultura, de edad ni de género. 

A lo largo de la historia, ha perdurado la creencia equivocada de que la creatividad es exclusiva de aquellos involucrados en el arte y las humanidades, limitándola a un selecto grupo de individuos talentosos.  De hecho, autodenominarse creativo es mal visto, es una idea llena de pudor y como si no cualquiera pudiera serlo.

Sin embargo, esto no podría estar más lejos de la verdad. La creatividad no es un don limitado a unos pocos afortunados, sino una cualidad propia de la naturaleza humana. Casi podría decir que es una condición: es necesario ser creativo para ser humano, por lo mismo, no hay personas que no sean creativas. 

La creatividad está estrechamente relacionada con todos los aspectos de nuestra vida. Cada día, enfrentamos desafíos y tomamos decisiones que requieren un enfoque creativo. Ya sea resolviendo problemas cotidianos, encontrando nuevas formas de comunicarnos o buscando soluciones innovadoras en nuestro trabajo, la creatividad se manifiesta en cada uno de nosotros.

Al reflexionar sobre la fuente de nuestra naturaleza creativa, podríamos considerarla como una manifestación de una fuerza divina o una energía superior que fluye a través de nosotros. Es un reflejo de la misma esencia que impulsa la creación del universo y todo lo que lo habita. Somos portadores de esta chispa creativa, conectados con una vasta red de energía que nos inspira a expresarnos y a manifestar eso que nos hace “únicos” en el mundo.

Esa energía creativa es la que nos conecta con ese algo superior y divino, ese algo que tiene como vocación la creación, la creación de todo lo que es, ha sido y será y, si nosotros hacemos parte de esa creación ¿cómo no vamos a ser seres creativos?

Esta conexión con la energía creativa trasciende las barreras de la comprensión verbal. Es una experiencia que se vive y se siente en lo más profundo de nuestro ser. A menudo, las palabras no pueden capturar completamente la riqueza y la complejidad de la creatividad. En cambio, son nuestras experiencias sensoriales, nuestras emociones y nuestras interacciones con el mundo lo que revela la verdadera esencia de la creatividad.

No existe una fórmula mágica ni un manual de instrucciones definitivo sobre cómo ser creativo. La creatividad se nutre de la exploración, la experimentación y el coraje de dar rienda suelta a nuestra imaginación. Cada uno de nosotros tiene un camino único hacia la expresión creativa. Puede manifestarse a través del arte, la escritura, la música, la cocina, la jardinería o cualquier otra forma de expresión que nos haga sentir vivos y conectados con nuestro ser más auténtico.

La creatividad también puede ser un poderoso medio de sanación y crecimiento personal. Cuando nos sumergimos en el proceso creativo, nos abrimos a un mundo de posibilidades y nos conectamos con nuestras emociones más profundas. A través del arte, la terapia artística y otras prácticas creativas, podemos explorar nuestra psique, liberar bloqueos emocionales y encontrar una mayor claridad y comprensión de nosotros mismos.

Para acceder plenamente a nuestra creatividad, debemos permitirnos crear sin miedo al juicio o la autocrítica. Debemos abrazar la vulnerabilidad y la imperfección, recordando que la creatividad es un regalo universal y no se trata solo de resultados, sino de disfrutar del proceso mismo. En cada trazo de pincel, cada palabra escrita o cada nota musical, encontramos una conexión más profunda con nosotros mismos y con el tejido creativo del universo.

 

¿Cómo podemos nutrir y cultivar nuestra creatividad?

La respuesta reside en la práctica constante y la dedicación a nuestra expresión creativa. Podemos establecer rutinas que nos brinden tiempo y espacio para explorar nuestra creatividad. Podemos buscar inspiración en diferentes formas de arte, la naturaleza, las conversaciones significativas y las experiencias de la vida cotidiana.

La creatividad también se ve alimentada por el intercambio y la colaboración con otros. Compartir nuestras ideas, recibir retroalimentación constructiva y colaborar en proyectos creativos nos ayuda a expandir nuestra visión y abrirnos a nuevas perspectivas. A través de la comunidad creativa, encontramos apoyo mutuo, inspiración y oportunidades para crecer juntos.

En última instancia, abrazar nuestra creatividad nos permite vivir una vida más auténtica y significativa. Nos ayuda a conectarnos con nuestra esencia más profunda y a compartir nuestro ser creativo con el mundo. Cada uno de nosotros posee una voz única y valiosa, y la creatividad es el vehículo que nos permite dar vida a nuestras ideas, emociones y experiencias.

La creatividad no es un privilegio exclusivo de unos pocos, sino un regalo universal que todos llevamos dentro. Al aceptar nuestra herencia creativa y permitir que florezca en todos los aspectos de nuestra vida, podemos abrirnos a un mundo de posibilidades ilimitadas y descubrir la alegría y la plenitud que proviene de vivir en sintonía con nuestra esencia creativa.

Poder crear desde un lugar consciente nos permite crecer y sanar, nos permite relacionarnos con la vida y la existencia desde un lugar expansivo donde somos capaces de reconocernos como uno con ese algo más grande que también es creador, que me creo a mí y, por ende, me regala esa capacidad creadora y creativa.

Por: Manuela Sepúlveda G.
Psicóloga Sistémica, Consteladora familiar e ilustradora

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