Cuando miramos al interior de una empresa estamos conectando con el sueño la persona que la fundó, con el emprendedor que tuvo “esa idea” de la cual surgieron productos y proyectos que, en la mayoría de los casos, están al servicio de la vida, que cumplen un propósito y ofrecen un bien común. Pero hay mucho más allí que tener presente, es por ello que hoy veremos lo que todo el mundo debería saber sobre el ciclo vital de una empresa.

Además del fundador, podemos ver al grupo de personas que se organizaron alrededor de ese sueño y que se alinearon para ofrecer esos productos o servicios a un mercado específico.

Sin embargo, en muy pocas oportunidades, miramos a la organización como un ser vivo y, mucho menos, sus ciclos vitales. Esto es lo que dicen Humberto Maturana y Francisco Varela sobre las organizaciones:

«Las organizaciones son seres vivos por estar jerarquizados, autorregulados y ser autopoiéticos”
(lo que significa que tienen la capacidad de reproducirse y mantenerse a sí mismas).

Como todo ser vivo, una empresa, tiene ciertas etapas de desarrollo: la gestación, la salida a la luz, el crecimiento, la consolidación y su muerte.

La muerte de una organización es una de las cosas que todo el mundo debería saber sobre el ciclo vital de una empresa y puede generarse a través de su cierre o de su transformación (como una fusión con otra compañía o la venta, entre otras posibilidades).

Pensar en terminar, o cerrar la empresa, supone un reto y una gran dificultad, es un proceso que incluye dolor y silencio.

Se requiere de nosotros fortalezas que, tal vez, no sabemos que tenemos y, a veces, la capacidad de “reconocer” que estamos frente al cierre de la organización.

Este es un gran primer paso que da cabida a la aceptación, permitiendo que se libere en nosotros la energía necesaria para ponerla al servicio de lo que “el momento presente” nos está pidiendo.

Lo que hemos vivido en estos últimos años, ha sido una realidad que la mayoría de nosotros nunca había experimentado. Tuvimos situaciones en las que la economía se suspendió, algunas empresas se vieron obligadas a hacer una pausa nunca antes vista y tratar de sobrevivir en medio de la incertidumbre y, otras, no tuvieron más opción que cerrar sus puertas.

Estas situaciones afectaron a un gran número de personas, tanto empresarios como empleados y, en muchos casos, con procesos de cierre no atendidos ni cuidados.

Está claro que, cuando hemos destinado nuestro tiempo, amor y dedicación a la organización, nos volvemos la empresa y el sueño inmerso en ella. Pensar en su cierre es algo que evitamos, pues parece que va en contra de nosotros y de la vida misma.

Así las cosas, igual que se hacen acompañamientos para los procesos de incubación y gestación de las empresas, los procesos de cierre (muerte) también deben ser cuidados. Deben ser planificados con detalle, cuidando que las personas involucradas logren un buen cierre con potencial liberador para, de esta manera, poder avanzar y no quedarse “aferradas” a una realidad que ya no existe.

 

Aceptar lo inevitable: La clave para cuidar los cierres de las empresas.

Con la aceptación de la realidad viene la liberación:

  • Reconocer que el momento que estamos viviendo no es bueno ni malo, simplemente ES.
  • Reconocer la realidad actual de la empresa y su cierre.
  • ​No negar lo evidente.
  • ​Tomar las deci-acciones necesarias (decisiones con acción inmediata).
  • ​Reconocer las emociones que se están experimentando con la situación.

La rabia, el miedo y el dolor, entre muchas otras, son las emociones más comunes y que naturalmente deben aparecer. Permitirlas (reconocerlas y sentirlas en su máxima expresión) se va a convertir en pieza clave para poder liberar la energía necesaria que requerimos para gestionar un buen cierre para la empresa.

 

Cómo ganar en esta experiencia.

“Terminar algo significa dejarlo conscientemente sin saber lo que vendrá en su lugar. Y ese es el núcleo de la transformación.”
(Stam, J.J. & Hoogenboom, Liderazgo Sistémico, B. 2018).

Esta es una de las cosas más importantes que todo el mundo debería saber sobre el ciclo vital de una empresa, porque para convertir estos cierres en experiencias de profunda transformación personal y profesional debemos tener en cuenta lo siguiente:

  • Reconocer la experiencia como un aprendizaje y no como un fracaso: lo tomado de la empresa está al servicio del futuro venidero.
  • ​Agradecer y honrar a todos quienes lo hicieron posible hasta este momento presente, reconocer su empeño y dedicación.
  • ​Reconocer los logros de la organización durante su existencia, lo que sí se pudo tomar de ella y todas las personas que se beneficiaron.

Permitirse vivir la experiencia como un proceso de transformación, en aceptación profunda y dejarse sorprender por lo nuevo que emerge, va a ser definitivo para los nuevos comienzos y nuevos ciclos que la vida nos presenta.

Por: Mónica Paérez T.
Psicóloga y consultora sistémica

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